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El Chavo del 8, el infierno y el arribismo actual.

Me gusta la teoría que explica la relación del Chavo del 8 con la fantasía bíblica del Infierno. No sé si la has leído. En resumen, la intención de la serie fue enviar mensajes y simbología específica con un solo fin: automoralizar. “El Chavo” significa “niño maldito” (que hace maldades) o al menos eso es lo que etimológicamente significa según dicen. En fin, me gusta concentrarme en el concepto del número 8 y su ligadura hacia la muerte. El 8 horizontal es un infinito, no hay vida antes de la vida y después de la vida se pasa de nuevo a su estado anterior o al menos, eso dicen. Pero bueno, el centro de la teoría es que la vecindad simboliza un pedazo de infierno en donde se repiten las mismas conductas sin un comienzo aparente o lógico y un sin fin, como un ocho horizontal, como el infinito. Existe pues en El Chavo un ciclo repetitivo de violencia dentro de ese espacio que es la vecindad, nunca acaba el ciclo, se renueva a cada momento. El sentimiento es de agobio y desesperación. En la Vecindad confluyen todo tipo de pecados; lujuria, envidia, vanidad, gula, avaricia, ira, caos, dolor, angustia, planos grises. En la vecindad existe Asmodeo, Belcebú, Mamón, Belphegor, Azael, Leviatán, etc.


Así es el infierno en el que vivimos, un lugar lúgubre y hostil con el mensaje ilusorio de normalidad y bondad. No existe tal. Nuestro infierno no es el Bíblico, es el infierno de la vida en el Consumismo.


Seré breve: Una mujer de su casa, muy educada llega a su edad “difícil”, la adolescencia, sus padres, aunque bien intencionados, han comenzado una carrera afanosa en el campo del arribismo. Sin presentirlo, están legándole los códigos sociales que a su vez, les fueron legados a ellos. La niña, joven aun, comprende que su universalidad es la vida rodeada de comodidades y la burbuja que brindan los centros comerciales. El niño, paralelamente, está siendo criado de igual manera mas el componente genético del machismo contemporáneo, ese machismo soterrado que lo seduce para que considere a la mujer un instrumento sexual.


La niña sale de su mundo Disney de infancia, a su nuevo mundo Disney de juventud. Debe estudiar en una universidad que no sea para “gente guisa”, el factor que define la buena educación es el dinero, ella asiste a su primer templo que le arrebata la inocencia y la conciencia de clase. El niño, paralelamente, hace lo mismo. El universo se cierra y la realidad se dibuja en un centro educativo con sus pares, otros jóvenes igualmente alienados desde la cuna. Llega el día del grado, el primer empleo, el noviazgo, el fracaso amoroso, las relaciones sexuales, las deudas, las decisiones, los posgrados, la ciudad, las noticias, la publicidad.


La niña ya no es la misma, es un instrumento y una máquina de consumo, consumo capital, consumismo emocional, consumismo sentimental. La niña sabe que el “todo vale” es su nueva religión. Los padres siguen alimentando el concepto. Mientras tanto el niño, paralelamente, hace lo mismo.


Comienza la carrera demencial del consumo y arribismo, cada célula de la niña está orientada a eso, consumir y anteponer las necesidad y búsqueda de bienestar económico antes de otro tipo de necesidad básica. La mujer tiene muy claro que su objetivo es conseguir a un hombre adinerado, consejo que ha dado mamá y a mamá, la abuela. El objetivo es consumir, anhelar el gran salto a la élite, la élite y su devenir la obsesiona, gobierna su vida. Está claro, se quiere casar bien, en la medida de lo posible que sea atractivo, si no, no importa, debe tener recursos. La mujer es una máquina de arribismo y consumo y con razón, su vagina y sus tetas son el objeto del deseo de los hombres. Los hombres, básicos, apuntan a su desarrollo social de manera mas lenta, el hombre es tonto y torpe e inmaduro, su ausencia de conciencia inicia al medirse con otros hombres, en ese instante entiende que su rol social es el del “éxito” profesional a toda costa. La mujer con el “todo vale” el hombre con la mentalidad del atajo. Ambos niños ya perdieron la inocencia, ahora son máquinas de arribismo.


La edad adulta golpea a la mujer con el afán, el afán es muy propio de la clase media, es un afán particular porque opera negativamente, frustra y deprime, la baja tolerancia a la frustración aparece. Llega la nostalgia y la “enfermedad de vivir”. Como no tengo la vida de la élite me siento frustrado. Mas gasolina al fuego, una bomba de tiempo se cuece. El hombre actúa de manera básica, diría lo que fuera por sexo y ellas aceptarían lo que sea, asi implique sexo, por una posición.


Comienza la etapa de posar, todo es susceptible a ser presumido. Ir a sudar al gimnasio es una aventura que debe ser mostrada, comer en un restaurante es digno de ser compartido. Mi vida es perfecta, mírame, este plato de camarones es habitual en mis días, porque tengo la clase y buen gusto que la élite y tengo además algo exótico: “clase”. La mujer anhela casarse bien, sus preocupaciones pasan a anhelar tener un perro chiquito para meterlo en la cartera y ahora ser de “derecha”. Muchas indias de pueblos inferiores o contrarios a las urbes ahora se ponen gafas de sol y son de “derecha”. Ausencia de clase, arribismo, inmadurez, conductas vulgarmente llamadas “de levantada”.


Ubican su vivienda en estratos superiores al 5, estamos estratificados, nos juntan al lado de lo que somos y merecemos. Otra bomba de tiempo, los barrios son guetos de arribismo, la superficialidad brota. Es necesario demostrarle al ajeno que NO pertenece al gueto. Esposos animales de carga y de trabajo, trabajan y presumen, hasta un par de zapatos es motivo de orgullo. La publicidad, la artífice de todo lo anterior, cumple su papel, no de vender felicidad o comodidad, la publicidad vende “envida”. El triunfo de la publicidad no es convencerte, el mercadeo busca que la persona sienta envidia. Que envidie otras vidas, las vidas de la élite y todos caen y suben fotos con el perro que cabe en una cartera y Miami es su comienzo y fin. Su sueño americano no es visitar Nueva York, su sueño americano es producir envidia. La envidia es destacarse de manera negativa, buscan la envidia como un asiento que las eleve. Paralelamente el hombre, actúa de la misma manera, su raíz de proveedor se exacerba pero no para liderar la manada, para presumir. Hombres vacíos con mujeres arribistas criando hijos con el mismo código de arribismo.


Se repite la secuencia, se repite incansablemente. Consumidores de información en tiempo real, como decía Bauman, contenidos sólidos para sociedades líquidas. Se propaga el virus de la insatisfacción pues el arribismo y el consumismo nunca cesan, no se sacian, siempre buscan nuevas formas de inocularse.


Existe un sujeto pasivo y es la mujer tranquila, la de hogar sin disrupciones, la que estudia y entiende. Ella es el sujeto pasivo del ataque. El todo vale de las mujeres en general borra el pudor, por un trabajo mejor puedo entregar la vagina, no importa, lo importante es ascender para ver a la élite más de cerca. El “vaginocentrismo” social es evidente, mujeres dispuestas a entregarse por un estatus (así ese hombre no satisgafa su soledad mental y sentimental) y hombres dispuestos a darlo todo por un cuerpo. El ciclo no termina, se renueva, es un infierno, es un 8 acostado, como la vecindad del Chavo.


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Abogado.
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